VI Congreso Político - Educativo de la CEA "Bicentenario. Realidad, desafíos y proyecciones"

Este foro se instituye como herramienta de apoyo para el trabajo y debate colectivo de los docentes que integran la CEA (y todos aquellos que quieran acercarse a la mirada que desde aquí proponemos) en pos de la temática de nuestro VII Congreso Político Educativo Educación pública para la inclusión y la participación democrática. Experiencias y compromisos de la escuela de hoy.

3 de junio de 2009

Vinos nuevos en odres viejos: De cómo usar la tecnología para innovar las prácticas escolares

Elba Magdalena Suárez
Formosa
Nivel: Educación Secundaria


“En agradecimiento a mis queridos alumnos, de quienes no siempre supe sacar las mejores cosechas”

El control en la mano, el zapping, el querer manejarlo todo a distancia, el deseo irrefrenable de querer “leer” la realidad; el mirar, pero no ver.... ¿Será tan así?

La vieja profesora de siempre, vieja porque repite los discursos de siempre y no cambia, dice:

-“No, esta visión tiene que cambiar, la realidad es que estamos en medio de los medios, de la tecnología y de tantos otros productos culturales, y “no les sacamos el jugo” ¿Cómo hacer? ¿Cómo dar una vuelta de tuerca y salirnos del molde para traspasar los prejuicios y construir una nueva cultura en las escuelas? Digo en las escuelas, porque es responsabilidad de ésta la alfabetización tecnológica, si queremos ser realmente democráticos”.

- “No hay libros en la escuela”.

- “Los chicos no saben leer ni escribir”.

- “Los chicos pasan todo el día delante de la TV, chateando o navegando, `mirando quién sabe qué cosas´, dirían padres, docentes y cualquier adulto con anteojera”.

- “Las computadoras, en mi escuela, no se usan porque no hay insumos”.

-“Las computadoras están en una sala muy pequeña y para colmo hay 20 computadoras locas y por sección tenemos 45 alumnos, ¿qué puedo hacer con eso?”.

Punto y aparte, éstos son sólo algunos lugares comunes que invaden las conversaciones de los adultos, no en vano se quejaba el Principito: “Los adultos son…".

De este supuesto diálogo trascripto precedentemente, me interesa rebatir dos ideas:

- “Los chicos no saben leer ni escribir”

- “Las computadoras están en una sala muy pequeña y para colmo hay 20 computadoras locas y por sección tenemos 45 alumnos, ¿qué puedo hacer con eso?”.

Es una total distorsión considerar que los chicos no saben leer, pensemos sólo en la cantidad de imágenes, de información, de ideas, de publicidades que “leen” durante su cómoda estadía frente a una pantalla de TV o de la computadora. Ante esto, me pregunto: ¿Somos los adultos capaces de procesar tantas cosas? ¿Tenemos la velocidad que tienen ellos para seleccionar, desechar, estimar o desestimar tanta avalancha de datos? ¿Podemos manipular tantos botones y comandos del mismo modo que lo hacen nuestros chicos? ¿Poseemos la capacidad de retener o conocer el significado de tantos comandos o íconos que aparecen en los medios, llámense computadora, MP3,…etc.?

Me faltaría el tiempo para enumerar la cantidad de situaciones que enfrentan los jóvenes ante una pantalla donde ponen en juego sus capacidades lectoras (habilidades, destrezas, competencias, y tantos otros términos de las teorías).

Y con esta última idea, invito a la reflexión sobre la segunda cuestión: cómo hago para que TODOS MIS ALUMNOS, sin excepción, puedan usar los medios disponibles en las escuelas, aunque existan pocas computadoras.

Tal vez mi reciente experiencia en el 9° año del colegio donde enseño, les pueda servir:

Habíamos comenzado a desarrollar los contenidos del año, después de la etapa de diagnóstico donde había llegado a descubrir que los chicos sabían de memoria qué era el lenguaje connotativo y denotativo, pero no lograban producir ni comprender expresiones con significaciones múltiples. No pudieron descubrir ni detectar la presencia de sentidos sugeridos en poesías que fueron seleccionadas para tal fin.

Fue en 9° II, donde Jesús (un alumno muy despierto, espontáneo e inquieto), me permitió cargar el vino nuevo en odres viejos.

Conversando con los compañeros de Jesús (y también con él, por supuesto) sobre el conflicto del campo, los cortes de ruta, los discursos de la presidenta y los contradiscursos de los dirigentes, en un momento Jesús dice a los gritos:

- Qué quilombo se armó.

El que continuó fue un momento de acuerdos y de reflexión: sobre la necesidad de adecuar las expresiones al contexto comunicativo, sobre el cuidado de usar un registro formal, sobre las características de ese registro y la comparación con el informal, etc.

De repente, en ese intercambio, realicé una pregunta: “¿Qué significa la expresión `quilombo´ usada por Jesús?”. Rápidamente, comienzan las explicaciones por parte de los alumnos entre problemas, desentendidos, peleas, desacuerdos y comentarios más atrevidos: “Es un p---río, nadie sabe quién dice la verdad, señorita”.

Esta última expresión, más allá de la formalidad o informalidad, me preocupó terriblemente. ¿Cómo hacemos para que los chicos de 13 a 15 años puedan descubrir principios de verdad o mentira sobre lo que leen en los medios? Casi sin pensarlo, los invité a la sala de computación. Aclaro que en 24 años de trabajo en la institución y en 10 años de existencia de la sala, jamás me animé a hacerlo. Les pedí que llevaran un apunte y un lápiz. Con ellos alegres, partimos entusiasmados con la idea.

Llegamos a la sala, pequeña y con pocas computadoras porque las que llegaron ya no tenían espacio. Les pedí que se agruparan en equipos de tres o cuatro alrededor de cada máquina. La consigna: seleccionar de diarios locales y nacionales, titulares que se relacionen con la problemática del campo, registrarlos en sus apuntes y los que se animaban podían clasificarlos en connotativos y denotativos. En cada caso, debían consignar la fuente consultada. Traté de poner en juego mi capacidad de observación y grande fue mi sorpresa al detectar que no todos los jóvenes sabían buscar en Internet, tampoco tenían la misma seguridad para manipular las máquinas (con estos chicos estamos en deuda pensé). Por el contrario, otros se mostraban muy cómodos en la dirección de los comandos, iban y venían con total diligencia de una página a otra, exploraban diferentes sitios, consultaban más de lo que se les pidió, registraban en sus apuntes, y hasta se animaron a clasificar los titulares con mucho acierto. Casi sin pensarlo, terminó la clase en la sala. La consigna pendiente fue la puesta en común de lo registrado para la próxima clase.

La sorpresa de la clase siguiente fue la cantidad de materiales que aportaron los chicos, el nivel demostrado por ellos en cuanto a la elección de los titulares que consideraron connotativos y los argumentos que utilizaron para defender sus posiciones, tanto es así que en ese intercambio, llegaron a convencerme de que algunas frases que yo consideraba denotativas, terminaron siendo más connotativas que el título que elegí para este relato de una profesora vieja, por los años de trabajo, que terminó agradeciendo a Jesús, el alumno, y a Jesús, el mejor maestro, por compartir cada día lo riqueza de los jóvenes, su pureza, sus inquietudes, sus aciertos y desaciertos.

¡GRACIAS CHICOS, POR TANTA ESPONTANEIDAD, POR TANTA NATURALIDAD!

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